A las carreras
Por. Germán Vargas Lleras
Unos genios los que se cranearon la operación de venta de ISA a Ecopetrol. Los George Soros criollos, dirán algunos. Ante la imposibilidad de tramitar una reforma fiscal con efectos en el recaudo de 2021 se inventan una fuente de recursos suficientes –se habla de más de 14 billones de pesos– rápida, pues podría concluirse en este semestre, ‘apolítica’, pues no supone privatización, pero que, creo yo, plantea varios interrogantes sobre su conveniencia estratégica y financiera, impacto en el mercado de capitales, derechos de terceros y gobierno corporativo, entre otros.
Sea lo primero decir que si la decisión del Gobierno, por razones fiscales, es vender su participación en ISA, esta de ninguna manera debe salir del patrimonio y control público. Se trata de un activo estratégico –el transporte de energía eléctrica– que no debe ponerse en manos privadas ni al mejor postor, pues del control de esta actividad depende el adecuado funcionamiento de todo el sistema eléctrico del país, incluyendo la operación competitiva del mercado y la atención de la demanda. Así como es claro que debe separarse al administrador del sistema (XM) de ISA antes de cualquier operación, también lo es que esta actividad no puede quedar en manos de inversionistas privados nacionales ni extranjeros como los chinos, que han ido posicionándose estratégicamente en países como Perú, Ecuador, Chile y Brasil.
No terminada de lanzar la polémica operación con Ecopetrol, salieron, con todo derecho, otros interesados. En primer lugar, el Grupo Energía de Bogotá, cuyo presidente anunció que tenía un cheque listo para entregar al Gobierno. EPM, aunque con menos entusiasmo, también ha mostrado interés en el proceso. Desde una perspectiva empresarial, tiene mucha lógica que ambos grupos estén interesados, y tendría incluso más sentido, desde un punto de vista del negocio, vender esa participación a GEB o a EPM, que son operadores de sistemas eléctricos, que a Ecopetrol, cuyas credenciales en esta actividad son muy discutibles; y diría yo que, incluso, más a GEB, pues su única actividad es precisamente el transporte de electricidad y gas. Ambas son empresas con capital público mayoritario, pero bajo control de entes regionales, lo que exigiría que esas operaciones quedaran restringidas para ventas futuras por las razones estratégicas ya mencionadas.
A estas alturas, a nadie parece preocuparle la suerte que correrán los demás accionistas de ISA. ¿De dónde sacó Ecopetrol el valor de 14 billones que ha puesto sobre la mesa? ¿Participó ISA en el proceso? ¿Qué pasará con los derechos de los accionistas minoritarios, en especial los fondos de pensiones y por su conducto millones de ahorradores? ¿Cuál será la suerte del gobierno corporativo de la empresa, uno de los más reconocidos del país? ¿Qué garantías se darán de que al incorporarse al grupo Ecopetrol no se perderán la autonomía e independencia que han caracterizado a esta empresa, y cómo evitar que en el futuro se vea afectada por decisiones políticas? No son pocos ni menores los interrogantes.
¿Por qué no permitir que los accionistas que no se sientan cómodos puedan vender sus acciones en las mismas condiciones, como es usual en estos procesos? ¿No debería lanzarse una OPA con este propósito?
A mí no me gusta que por unas entendibles afugias fiscales se pueda sacrificar una empresa que es la verdadera joya, que se vayan a afectar intereses de otros accionistas y que se pueda causar daño a la necesaria confianza que debe reinar en el mercado de valores.
Esta operación se podría hacer respetando los derechos de todos, de los accionistas y de los colombianos, y asegurando la integridad de la empresa y del sistema de transmisión de energía eléctrica nacional. Pero, como siempre, todo lo complica la improvisación. La necesidad de estos recursos se conocía desde hace muchos meses y nada se hizo. Aún se puede adelantar un proceso competitivo, incluso un esquema donde nadie tuviera más que un mínimo porcentaje, como en el caso español, que garantizara la obtención del mayor valor por este patrimonio y que fuera respetuoso con los inversionistas. Pero no. Todo a las carreras. Una genialidad que puede salir muy costosa.