Amenazas y oportunismos
Por: Germán Vargas Lleras
El video y comunicado divulgados el jueves pasado por ‘Iván Márquez’ y el grupo de cabecillas de las Farc, que ahora se distancian del proceso de paz, no son más que el epílogo de una novela que se venía escribiendo por capítulos y comienza con la captura de Marlon Marín y la acusación por narcotráfico contra ‘Jesús Santrich’, prosigue con los conocidos acuerdos entre la disidencia de las Farc y el Eln y termina en la unión de la disidencia política y la disidencia armada, esta última representada en cerca de 1.800 hombres con presencia en no más de 85 municipios, pero con control en zonas fronterizas con Venezuela.
Debemos tener claro que los que se fueron del proceso, en su mayoría nunca estuvieron. Y también que son los más buscados por sus vínculos con el narcotráfico. De ahí que el Departamento de Estado de Estados Unidos esté ofreciendo recompensas de 5 millones de dólares.
Ha hecho bien el presidente Duque al anunciar su total compromiso con el proceso de paz y su decisión no solo de mantener en pie los acuerdos, sino de seguir avanzando en la reincorporación efectiva de esos 9.500 excombatientes, más del 90 % del total de desmovilizados, y de quienes salieron de las cárceles, que se mantienen dentro del proceso. Sin embargo, es evidente que habrá que introducir correctivos de fondo a los acuerdos de implementación para normalizar unas relaciones que lucen muy deterioradas e intentar superar la controversia política permanente sobre estos. Despejar incertidumbres acerca del mecanismo de justicia transicional y acelerar su implementación impedirá que más exguerrilleros retomen el camino de las armas.
Contundencia en el frente militar debe ser la respuesta a estos criminales, aprovechando que estos grupos aún no tienen suficiente capacidad de acción; que carecen de ascendiente sobre el grueso de los desmovilizados y, paradójicamente, también frente a los disidentes. Se esperan de las Fuerzas Militares gran liderazgo, inteligencia y organización para prevenir y repeler eventuales actos terroristas y desplegar toda su capacidad ofensiva frente a estas bandas criminales. Especial atención debe prestarse a la frontera del Pacífico nariñense, al norte del Cauca y el bajo Cauca, en el nudo de Paramillo; al Catatumbo y el Chocó, zonas en donde la Fuerza Pública debe también preocuparse por mejorar su capacidad de relacionamiento con las comunidades.
El papel del Gobierno espurio de Venezuela ha sido determinante, pues está claro que este grupo no hubiera tomado las decisiones que anunció si no contara con el amparo del régimen de Maduro, que los considera su retaguardia y ya no oculta su deseo de desestabilizar por cualquier mecanismo a nuestro país.
A qué nivel de descomposición estaremos llegando como nación cuando esta amenaza se pretende utilizar políticamente para obtener ventajas en el proceso electoral del próximo mes de octubre. ¿El Centro Democrático no se dará cuenta de que al proponer desmontar los acuerdos de paz está lanzando más de 9.00O hombres de regreso a la guerra? ¿Estará pensando que con esta propuesta podrá remontar los resultados que ya se veían venir para esta agrupación en los comicios regionales? ¿Cómo entender las posiciones tan diametralmente opuestas entre el Gobierno y el partido de gobierno en materia tan crítica para el futuro del país? ¿Es que no entienden que presentar al Congreso semejantes propuestas arruinaría toda la legislatura? En igual forma procede la izquierda, que, aprovechando esta coyuntura, pretende asignarle toda la responsabilidad al Gobierno, justificando lo ocurrido en el retraso en los incumplimientos del acuerdo, y todo eso con el mezquino propósito de obtener unos alcaldes y concejales de más.
Qué falta de patriotismo en la política, cuando está claro que es en estos momentos en los que corresponde rodear al Gobierno y sus instituciones ante una amenaza real que ha conmovido al conjunto de la sociedad colombiana.