Ciudad gótica
Por: Germán Vargas Lleras
Los delincuentes se vacunaron y terminaron su cuarentena. En los últimos días ya no se puede salir ni a comer, pues la nueva modalidad delictiva es tomarse los restaurantes y despojar a los comensales de sus pertenencias. Todo esto, en sitios bien conocidos como La Taquería, en el parque de la 93. El hasta hace poco tranquilo parque de El Virrey se convirtió en el nuevo Bronx de la ciudad. Da pánico salir de la casa, y aun quedarse en esta.
En Bogotá se han formulado 40.000 denuncias por atraco y robo solo en el primer semestre. Por supuesto, son muchísimas más, ya que solo el 30 % de las víctimas suelen denunciar estos delitos. Mucho más grave aún, los 658 asesinatos, un 14 % más. El atraco con asesinato se incrementó en un 32 %, y el seguido de lesiones personales, en un 45 %. En la capital mundial de la bici aumentó en un 600 % el robo de bicicletas con arma de fuego. A ello se suman decenas de policías agredidos, asesinados y quemados con ácido. Todo se salió de madre.
Ante esta situación, las autoridades responden no con acciones contundentes, sino con declaraciones. Todos los días, sin falta, escuchamos al director de la Policía Nacional y al director de la Metropolitana haciendo pronunciamientos sobre la llegada de 1.500 nuevos efectivos, 5 generales con responsabilidades concretas, innovadores esquemas de coordinación institucional. Estos anuncios podrán ser ciertos, pero ya no son creíbles.
El mindefensa tampoco se queda corto. Que llevará al Congreso un nuevo paquete de medidas y una nueva ley de seguridad ciudadana que, por cierto, no conocemos. ¿Será la misma que ya había anunciado contra el vandalismo? Ya se radicaron dos proyectos: el de carrera y profesionalización de la Policía y el Estatuto Disciplinario de la misma institución. Es probable que ambos sirvan para resolver otros problemas, no lo dudo, pero no para contener el avance de la delincuencia, menos en el corto plazo. No creo que creando el cargo para un nuevo viceministro de la Seguridad Ciudadana o el observatorio de derechos humanos, o cambiando la imagen institucional o, incluso, la puesta en marcha de la campaña ‘Soy joven y estoy contigo’ o el nuevo ‘look’ de los uniformados mejore la capacidad para enfrentar a poderosas organizaciones criminales que se tomaron las ciudades.
La alcaldesa no se queda atrás. Pero aquí todo el mundo se pregunta en qué quedaron sus promesas de convertirse en la jefa de policía que haría temblar a los delincuentes. Por lo visto, a los que tiene temblando es a todos los ciudadanos, que vivimos bajo el programa ‘Juntos cuidemos a Bogotá’, del cual no se conoce ningún resultado distinto al enorme presupuesto asignado de $ 728.000 millones para seguridad. Ya no sabe uno qué pensar del secretario de Seguridad de Bogotá, a quien, parece broma, le robaron una camioneta esta semana. Pero el campeón es, sin duda, el secretario de Gobierno, cuyas estrategias en seguridad se enmarcan en programas de diálogo social como el consejo de la juventud, el barrismo social y los pactos de acción colectiva. ¿Con quiénes cree que está tratando? Y ahora la alcaldesa propone un empadronamiento y un comando élite especial para perseguir y judicializar venezolanos. Sugiero que fichen a Rambo para esta misión.
Aquí todos se tiran la pelota. La Policía Judicial falla en las investigaciones, en la solidez probatoria y la judicialización. La Fiscalía alega no poder acusar correctamente y descarga la responsabilidad en los jueces, y estos, aferrados a las garantías procesales, pusieron en libertad en menos de 48 horas a más del 80 % de los 20.000 detenidos este año. Y el minjusticia solo vive preocupado por excarcelar. Soltó a 30.000 detenidos. ¿La mayoría de estos no regresaron a delinquir? Ni siquiera se ocupó, en la ley estatutaria de justicia, de los temas de reincidencia, del cúmulo de subrogados y beneficios penales, ni del porte de armas ni de nada.
Llegó la hora de que el propio Presidente se apersone del asunto, ponga en orden la casa y asuma el reto de implementar una política de seguridad efectiva, con el beneplácito o no de los mandatarios locales. No necesitamos oír más anuncios, necesitamos que pasen cosas, y más cuando se vienen los meses en que se dispara la comisión de delitos.