El enroque
Se confirmaron todos los vaticinios que formulé la semana pasada. Petro pasó la cuenta de cobro, despidieron a los ministros, pero en actitud indigna los partidos bisagra no se levantan de la mesa de la coalición, esperando las migajas burocráticas con las cuales pretenden aceitar sus campañas electorales de octubre.
Una vergüenza ver a los parlamentarios conservadores retirándose de las sesiones para no votar y permitir que las reformas sigan su curso como lo exige el Gobierno. Y qué tal ‘la U’, que deja uno afuera y otro adentro, poniéndoles una vela a Dios y otra al diablo. Siguen los comunicados y también las amenazas, pero lo cierto es que la coalición hasta ahora sigue viva. El propio presidente de la Cámara hace votos porque se mantengan los acuerdos de gobernabilidad, aun después de la unilateral ruptura.
El más coherente, sin duda, ha sido el expresidente Gaviria. Tres de los cuatro representantes liberales votaron en contra del proyecto, pero la rebelión está anunciada bajo el liderazgo del nuevo ministro del Interior, Luis Fernando Velasco, quien desde la campaña ya había promovido el cisma en el partido. Su designación anuncia días difíciles para el liberalismo y su director, pues Velasco llega con jugosa chequera a erosionar la colectividad y reconformar las mayorías que se creían perdidas. El caso particular de la minvivienda, Catalina Velasco, nos confirma que el Gobierno no se ha rendido en su propósito de capturar las mayorías liberales. Al parecer, ya tienen un case de 18 representantes que lucen bien atendidos regionalmente. Confío, para bien del país y de la democracia, en que Gaviria pondrá orden en esa bancada.
Paradójicamente, hay que decir que el Gobierno procedió bien con esta crisis. Yo hubiera hecho lo mismo si a cada artículo de cada proyecto me hubieran sometido a ese juego extorsivo. Cuando entraron al Gobierno, estos partidos conocían de sobra el alcance de las reformas y aun así no les importó conformar esa espuria coalición. ¿Qué pensaban? ¿Que podían seguir tomando el pelo indefinidamente? Hoy corren el peligro de quedarse con el pecado y sin los puestos y contratos.
¿Será que a estos partidos no les queda ni un poquito de dignidad y con el rabo entre las piernas regresarán a pedir cacao? Es muy posible, pues cuotas como Coljuegos, el Fondo Nacional de Ahorro, La Previsora, 4-72, la Agencia de Seguridad Vial y Cormagdalena, entre otras, incluidas las posiciones regionales, son mucho más importantes. En cualquier caso, espero que todos estos mercaderes de la política reciban su merecido en las urnas en el mes de octubre.
De los ministros salientes, solo quiero destacar a José Antonio Ocampo. Lo echaron por oponerse al despilfarro, porque se había convertido en una piedra en el zapato y acabó con la paciencia de Petro. Esa es la verdad. Lo remplaza Ricardo Bonilla. Sus primeras declaraciones frente a la independencia del Banco Central y de la regla fiscal cayeron bien. Solo esperamos que sepa decir no cuando haya que decir no. Y eso con el presidente no es poca cosa.
De los demás recién llegados, varios activistas reconocidos, hay que decir que el Gobierno se radicalizó. Llegan caras que nos recuerdan el paso del presidente por la Alcaldía de Bogotá. ¿Será que nos van a repetir la dosis, pero a nivel Nacional? Todo parece indicar que así será.
De ahora en adelante solo veremos posturas intransigentes frente a los proyectos, cero concertaciones y mucha presión de la calle, como amenaza el presidente. Pero habrá que ver esa “calle”, porque, a juzgar por la última encuesta conocida (Invamer), los colombianos que creen que bajo este gobierno el país va muy mal ya pasan del 84 %. Algo inédito tras solo nueve meses de iniciado el gobierno del Cambio y de la Paz total.
A estas alturas, entonces, cabe preguntarse si la coalición y la gobernabilidad se hicieron trizas. Ojalá. Ello garantizaría que las inconvenientes reformas de salud, laboral, pensional, humanización de cárceles, sometimiento y aun el mismo plan de desarrollo se hundieran. No obstante, las apariencias, la respuesta es que aquí no hay nada claro. Por el momento, ni los conservadores, ni los liberales y por supuesto menos ‘la U’ han cambiado de posición. Ninguno se ha pasado a la oposición, ni siquiera a la independencia, después de semejante despachada del presidente. Así estaremos de mal.