‘De cero a siempre’ o de vuelta a cero
Por: Germán Vargas Lleras
La niñez es el mayor capital social de un país. En el caso de Colombia, uno de cada cuatro ciudadanos es menor de 14 años, y 3,5 millones de niños y adolescentes pertenecen a hogares pobres.
Una de los iniciativas que han tenido mayor impacto en este país en el propósito de cerrar las brechas sociales en educación, salud, nutrición y acompañamiento –que no es otra cosa que brindarles afecto– ha sido el programa ‘De cero a siempre’, creado bajo la administración del gobierno Santos y liderado desde la Presidencia de la República por la primera dama.
Los logros de este programa son innumerables. Se consiguieron cobertura en atención integral para 1,3 millones de niños de cero a seis años, tasa de afiliación a salud superior al 70 %, aumento de la cobertura de los servicios de educación inicial a casi 1,9 millones de beneficiarios, construcción de 252.000 nuevas infraestructuras, 307 salas de lectura y más de 17 millones de libros distribuidos.
Adicionalmente, la institucionalidad desarrollada a través de este programa permite enfrentar eficazmente problemas como el embarazo adolescente, la violencia intrafamiliar, el consumo de drogas, los problemas de salud mental, el acoso escolar, la mendicidad e, incluso, los riesgos asociados al uso de las tecnologías de la información.
Los programas de atención a la primera infancia deben estar totalmente financiados y garantizados. ¿Cómo entender entonces que en el articulado del Plan de Desarrollo, la primera infancia y su atención prioritaria no estén explícitamente mencionadas? El plan debería tener como mínimo la meta de atender 2 millones de niños y niñas, pero solo contempla una meta de un millón y medio. Incomprensible. Como lo es también que los centros de desarrollo infantil ya terminados en el 2018 –y cito los casos de El Paujil, Clemencia, Vélez, Yotoco, Policarpa, Tierra Alta y El Doncello– no hayan sido puestos en funcionamiento teniendo los recursos de cooperación internacional, 8 millones de dólares, donados por el Gobierno de Emiratos Árabes para las dotaciones respectivas. ¿Qué explica que Findeter y el ICBF tengan paralizado este proceso? No quiero pensar que se quiera dar una destinación diferente a estos recursos ni que otros como los destinados a infraestructura para primera infancia en zonas vulnerables puedan perderse por falta de ejecución.
En el gobierno anterior se invirtieron cerca de 25 billones de pesos en la atención de la primera infancia y se consiguió ampliar la cobertura en más de un millón de niños y niñas. El impacto de esta política puede ser mayor que el de los programas de infraestructura y de vivienda que lideré desde la Vicepresidencia, y me atrevería a decir que, en términos de equidad y cierre de brechas sociales y, por supuesto, de reconciliación entre los colombianos, pudiera tener hacia el futuro más impacto que el propio proceso de paz.
No quiero pensar tampoco que lo que está ocurriendo con este exitoso programa y con los millones de niños beneficiados con él pueda sufrir menoscabo o parálisis o, incluso, indiferencia por llevar el sello del gobierno anterior. Si fuese así, sugiero que lo vuelvan a bautizar y le pongan el nombre que quieran o, incluso, al Instituto de Bienestar Familiar, tan cercano a mis afectos, y lo adopten como propio bajo el eje de la equidad promovido por el actual gobierno.
Con retornos de 8 veces sobre cada peso invertido, es para todos claro que no hay inversión más rentable y que lo que no hagamos por los niños en la primera etapa de su vida será irrecuperable en los años posteriores. Sería imperdonable que el programa se vaya marchitando y regresemos a la tradicional atención que antes brindaba el ICBF.
Señores del Gobierno: les recomiendo que escojan bien sus adversarios. Las guarderías no son el campo de batalla para dirimir sus mezquinas controversias. Las diferencias políticas ventilémoslas en cualquier escenario, menos en este.