Economía de guerra
Por: Germán Vargas Lleras
Sin duda, la extensión del aislamiento obligatorio fue una buena decisión. Costosa en términos económicos y, sobre todo, en pérdida de empleos, pero necesaria. En materia económica hemos conocido en estos días una avalancha de anuncios del Gobierno y de propuestas de los gremios y analistas. Existiendo general consenso sobre muchas de ellas, creo que lo preciso en este momento es adoptarlas con realismo, sin timidez y, en especial, sin pérdida de tiempo. Comencemos por el Banco de la República.
Todos coinciden en sugerir que el banco central baje sus tasas de intervención. Ya lo hizo en 50 puntos, lo que parece insuficiente. Debería pensar en bajarlas entre 150 y 250 puntos, ello sí tendría un efecto sobre el costo del crédito que luego se irrigaría a las empresas.
Sabemos que el Fondo de Garantías no está garantizando efectivamente las nuevas líneas de crédito de los bancos. Lo que se necesita es una garantía plena del Fondo para el 100 % de las nuevas deudas que tomen las empresas y que el Estado asuma el costo de dicha garantía. Ello sí permitiría a los bancos desembolsar créditos en 48 horas, ya que actuarían como meros intermediarios del Gobierno. La base para el otorgamiento de los préstamos podría ser la declaración de renta de 2018 y los mismos podrían ofrecerse a 5 años y sin intereses. El Fondo también debería dar cobertura al mercado de capitales, apalancando las emisiones de bonos de las empresas.
Comparto la opinión de varios analistas en el sentido de que las actuales circunstancias no solo permiten legalmente, sino que hacen recomendable, que dejemos a un lado la aplicación de la famosa regla fiscal. Nada de rasgarse las vestiduras. Recordemos que en 2009 el déficit era de 4,6 % y nadie decía nada; en 2010 fue del 3, 9 % y tampoco nadie se asombraba. ¿Por qué, entonces, cuando hoy es 2,2 % no podemos relajar la regla un par de puntos y aumentar el endeudamiento? Creo que también deberíamos sacudirnos la angustia de las calificadoras de riesgo. Como van las cosas, la mayoría de los países terminarán perdiendo el “grado de inversión” y las calificadoras aprendiendo a realizar sus análisis y recomendaciones en ambientes hasta ahora desconocidos en sus alcances y profundidad.
El Gobierno ha modificado el calendario tributario para ampliar el plazo de presentación de las declaraciones de renta, pero no el pago, que es lo que se necesita. Esa norma les podrá servir a los contadores, pero en nada a las empresas que el 21 de abril deberán hacer el primer pago, lo cual les resta liquidez y les afecta su caja. Vaya medida. Hay que pensar seriamente el tema del anticipo sobre la renta de 2020. En plena recesión, es de suponer que los resultados de las empresas en este año serán muy pobres, pero aun así, el Gobierno espera recibir cuantiosos recursos por una renta que no se producirá, restándoles toda capacidad y, sobre todo, liquidez a las empresas en este momento. La propuesta sería reducir esos anticipos a cero y tener especial cuidado en la aplicación de rentas presuntivas.
Sin discusión, el Gobierno debería reducir los plazos para las devoluciones y compensaciones. Ponerse un límite de 30 días. Eso ayudaría a liberar para las empresas estos importantes recursos. También debería aplazar el pago de tributos aduaneros, pues es bien sabido que los puertos están operando a media marcha y hay demoras en la nacionalización de las mercancías.
Y qué decir frente a los parafiscales: mucho anuncio y nada se ha hecho. Se venció el plazo para su pago y no hubo ningún alivio. Este es el tipo de medidas que los empresarios están esperando para proteger el empleo y no más amenazas del Mintrabajo, que no sirven para nada.
En Colombia, como en todos los países, el nombre del juego es la liquidez. Nadie distinto al Estado tiene los instrumentos de política fiscal y macroeconómica para asegurar que haya recursos abundantes en la economía. Créditos, garantías, flexibilización y aplazamiento de ingresos tributarios e, incluso, financiación monetaria del déficit fiscal, mejor conocida como emisión. Está claro que no es tiempo para timideces ni ortodoxias.