El gran ausente
Por: Germán Vargas Lleras
El campo nuevamente es el gran ausente en las apuestas del gobierno del presidente Duque para los próximos cuatro años. Con 40 millones de hectáreas por aprovechar, resultan desconcertantes el tratamiento y las escasas propuestas contenidas en los únicos cuatro artículos que mencionan el sector en el Plan Desarrollo.
La agricultura colombiana se ha caracterizado por su baja productividad, inseguridad jurídica, falta de encadenamientos productivos y la deficiencia en su infraestructura física, de acceso al crédito y seguros, logística y transporte, entre muchas otras carencias.
Aspiraba yo a ver reflejadas en el Plan de Desarrollo algunas de las propuestas que empresarios, dirigentes gremiales y campesinos han venido planteando de tiempo atrás. Entre ellas, convertir la agricultura y la ruralidad en política de Estado con una visión de largo plazo y otorgar el carácter de interés nacional a la protección de la propiedad privada y la legítima tenencia de la tierra con fines productivos. También, la formalización de la agricultura con un régimen laboral flexible y, por supuesto, una apuesta decidida por la modernización y la rentabilidad del campo con asistencia técnica, créditos y seguros de cosechas, transformando para este último propósito a Finagro en un verdadero banco de inversión rural.
También esperaba encontrar respuestas a la inaplazable provisión rural de bienes públicos como vivienda, agua potable, alcantarillados, vías terciarias y educación. Sin esas inversiones es imposible cerrar la brecha entre el campo y la ciudad. Así mismo, la gran ausente: la mujer rural, que es el motor de la familia en el campo. No hay nada.
Ni capacitación, ni apoyo al emprendimiento ni protección. Esperábamos encontrar en el plan el impulso normativo necesario para temas como el programa de ingreso rural por objetivos, que motive la productividad por tonelada o cabeza producida por fanegada; incentivos fiscales y financieros para el uso de riego, apoyo a los productores en almacenamiento y comercialización de sus productos y el fortalecimiento técnico del ICA. Ninguna de estas propuestas quedó recogida en el anunciado plan.
Llama la atención la propuesta del pacto por la región Llanos-Orinoquia. El gobierno anterior dejó contratados los diseños y estudios fase 2, que permitirían de inmediato abrir las licitaciones para la construcción de la carretera de Puerto Gaitán a Puerto Carreño, y también la carretera que conectaría a Florida-Palmira-Colombia-Aipe-La Uribe, conexión Pacífico-Orinoquia. El plan no se compromete con ninguna.
En el campo está todo por hacer, y que el Gobierno pierda la gran oportunidad en la ley del plan de trazar los lineamientos que den respuesta a más de 11 millones de personas que hoy habitan el campo no es un asunto menor. Desde esta esquina invito al Gobierno y al Congreso a una reflexión profunda sobre cuáles son las prioridades para un sector tan sensible y por tantos años dejado a su suerte.
Todos los gobiernos evitan en lo posible tramitar iniciativas en el Congreso, pero cuando leo y releo los 188 artículos y los lineamientos de este plan, lo menos que pienso es que se pasaron de listos. Es claro que no quieren regresar a debatir nada en el Congreso, y esto explica que en el artículo primero incorporen un documento de 955 páginas, en mi criterio sin fuerza vinculante, y soliciten facultades extraordinarias, incluso para reformar toda la administración del Estado, sin precisar siquiera cómo van a ser usadas.
Las primeras reacciones del Presidente en contra de su propio plan, como ocurrió con la propuesta de desmonte de los subsidios, nos confirman que en su elaboración, como se dice coloquialmente, no tiró línea. Los que sí lo hicieron fueron los colombianos de a pie que acudieron esperanzados a expresar sus angustias y propuestas en centenares de talleres y reuniones inútiles que solo contribuirán a aumentar su proverbial frustración.