Enfermos, pobres y… exhaustos
En Colombia el pico de contagios y muertes va a coincidir con los efectos económicos más críticos.
A diferencia de lo ocurrido en otros países, en donde los picos de contagio de la pandemia llegaron muy pronto y por lo tanto no alcanzaron a coincidir con los efectos económicos de la misma, en Colombia nos van a coincidir el pico de contagios y muertes con los efectos más críticos en materia económica.
En general, todos aquí coincidimos en que ganar tiempo era una buena estrategia. Tiempo para preparar el sistema de salud, para importar los respiradores mecánicos y las pruebas, para preparar el personal médico y, sobre todo, a la sociedad colombiana en sus comportamientos y cumplimiento de protocolos. En últimas, la decisión fue comprar tiempo a costa de parar el país, y a un precio que ahora sabemos es muy alto.
Pero, después de más de 4 meses el panorama es muy desalentador. De los 2.767 respiradores prometidos por el Gobierno y que ya debían estar en funcionamiento, solo 547 están operando efectivamente. Esta semana llegaron 400 más, pero nos enteramos de que no todos estos equipos están funcionando por problemas de calibración y, más grave aún, por falta de personal médico para atenderlos. De los anunciados por el doctor Plata sabemos tan poco como de su gestión al frente de la pandemia. ¿Quién responde? ¿Cómo es posible que no estuviéramos conscientes de estas necesidades?
Nos acercamos al pico de la pandemia, entre finales de julio y mediados de agosto. Advertí desde el 31 de mayo, cuando aún teníamos 25.000 contagiados y 800 fallecidos, que para julio podríamos tener más de 100 fallecidos diarios y me quedé corto. La realidad es que esta cifra el viernes fue de 211 muertos. La Presidencia de la República, en su informe a la Corte Constitucional, señaló que podríamos llegar a diciembre con un total de 40.000 fallecidos. En su momento pareció un anuncio desmesurado, pero hoy ya no.
Esta semana, el nivel de ocupación de las camas de cuidados intensivos superó el 80 %. En Bogotá ya no hay capacidad en los principales hospitales y en Barranquilla, Cali y Montería, tampoco. El sistema, a mi modo de ver, ya colapsó y, al parecer, poco sirvieron los 4 meses que ‘nos ganamos’ o mejor, que compramos por cuenta de las cuarentenas, que por extensas y reiteradas ya nadie quiere acatar. Hoy los pronósticos son aterradores, podríamos llegar a tener entre 400 y 600 muertes diarias en el mes de agosto y una cifra de medio millón de compatriotas contagiados.
Esta muy preocupante situación sanitaria se podría enfrentar mejor si el país y la sociedad en su conjunto, después de 4 meses de cuarentena, no estuvieran agotados en todos los frentes, en especial en el económico. El desempleo, por ejemplo, ya ha superado el 20 % y en las grandes ciudades llega al 25 %, cinco millones de personas sin trabajo para ser más claros. El más alto de los países de la Ocde. ¿Cómo apoyarlas efectivamente cuando el déficit fiscal se estima llegará al 8,2 % al final de año y la deuda pública crecerá más de 15 % del PIB, todo como resultado no solo del mayor gasto sino de los menores recaudos tributarios, la devaluación y el pago de intereses de la deuda? La economía podría decrecer en tasas superiores al 8 %, cifra jamás vista en este país, con efectos incalculables sobre el empleo, el ingreso de las familias y la destrucción de empresas.
Con razón algunos empiezan a preguntarse si valió la pena decretar las cuarentenas desde marzo y, lo que es más importante, si ese tiempo se utilizó adecuadamente? Todo indica que no, y ahora debemos enfrentar lo más duro de la crisis sanitaria en las peores condiciones económicas. Pero ya a estas alturas sería devastador retroceder en la apertura de la economía, aun si se confirman los pronósticos. Salud y economía tienen que recuperarse de la mano. Para ello, el Gobierno debería concentrarse en aislar a la población contagiada mediante la aplicación masiva de pruebas, como se hizo exitosamente en muchos países, pero que aquí aún no se hace. Pero lo más efectivo está en nuestras manos: cuidarnos, extremar todos las medidas y protocolos de protección. No es mucho más lo que podemos hacer.