La madriguera de las tropelías
La transmisión en directo del consejo de ministros les permitió a millones de colombianos conocer por fin la forma como se ha gobernado a Colombia en los últimos dos años y medio. Nos permitió ver qué tipo de personas integran el gabinete, cómo se abordan los temas más sensibles del país y constatar el ‘liderazgo’ del jefe del Estado en medio de su equipo más cercano de colaboradores, entre muchos otros temas.
Igualmente, nos permitió confirmar lo que se ha dicho hasta la saciedad, pero ahora en boca del propio Petro. Esto es, la nula ejecución de sus compromisos y promesas y la total incapacidad e incompetencia de sus funcionarios. Cosa que bastante debemos aplaudir y agradecer porque donde han logrado intervenir han provocado un caos.
Pero para eso se había citado la reunión, para revisar el informe del incumplimiento. Para que Petro pudiera deslindar responsabilidades de sus ministros a quienes pretendía crucificar en público. Lo hizo con varios antes de que el consejo tomará un giro inesperado por causa de los inocultables conflictos internos, cargados de odio, resentimiento y sectarismo. Lo mismo que ha sembrado Petro en el país ahora se refleja en el primer círculo de su gobierno.
El Gobierno reclama haber salido triunfante del episodio. Así estarán de desconectados con el país. Un gobierno convertido en el hazmerreír no solo nacional sino internacional. Qué cantidad de locuras y desvaríos. Qué cosa tan espesa y grotesca.
Mas allá del ridículo de este ‘reality’, debo confesar que sentí angustia, físico temor de estar gobernados por este colectivo de individuos abyectos, preocupados por mantener sus puestos y privilegios y al tiempo regañados, ofendidos y despreciados por quien se dice su jefe.
A la hora de escribir estas líneas, tan solo el ministro de Cultura y el director del Dapre (reemplazado a las volandas a manera de castigo) habían renunciado. Podría apostar que la parodia que montó la ministra Susana Muhamad no pasará de ahí y que seguirá compartiendo la misma mesa y el mismo gabinete con el señor Benedetti, al igual que todos los demás que osaron reclamar.
Entre los aspectos más preocupantes del circo presidencial destacaría la confesión de la ministra de Justicia, creyendo que ya no se estaba transmitiendo la sesión, sobre el fracaso e imposibilidad de la llamada ‘paz total’ y la inseguridad reinante en todo el territorio. Qué bueno sería que lo dijera de cara al país, y mejor aún cuando se retoman esta semana las negociaciones con el ‘clan del Golfo’ y se lanza un salvavidas, después de semejante tragedia, a la más incumplida de las promesas de Petro: la paz con el Eln.
La transmisión fue además todo un abuso con la ciudadanía. El mismo libreto de Venezuela y de Cuba. Una tribuna para animar la campaña política que ya comenzó y en la cual nos jugamos el todo por el todo. Aun así, celebro el anuncio de Petro de que todos los consejos de ministros serán transmitidos. Los partidos de la oposición sabremos hacer buen uso del derecho a réplica para responder tanta mentira y tanto odio desestabilizador.
A los partidos bisagra, cómplices de lo que está ocurriendo, les llegó la hora de reflexionar en serio. ¿Será que van a permanecer en el Gobierno? ¿Pensarán que esta coyuntura les es propicia para cotizar aún más su apoyo? ¿Van a seguir aprobando tan nefastos proyectos del Gobierno? ¿Van a terminar de contribuir a liquidar el sector de la salud, la educación y el empleo? ¿Más reformas tributarias?
Ya nada les importa. Son capaces de todo. A partir de este momento cualquier cosa puede ocurrir. Pero cada día somos más los que contamos las horas y minutos para que este gobierno termine. Me pregunto qué nos ocurriría si a partir del 2026 Petro y su Pacto Histórico se quedan. ¿Pueden imaginarlo? Sería devastador y definitivo. Por eso es imperativo cerrar filas. En nuestras manos está evitarlo. Una vez más mi llamado angustioso a que nos preparemos para enfrentar este desafío. Jamás nos perdonaríamos no haber puesto fin a lo que está pasando. Hay que actuar ya, poniendo a un lado todas las vanidades, los cálculos políticos y las naturales ambiciones y egos personales. Buscando los consensos por difíciles que sean para volver a creer en algo, y para llegar a las elecciones con una fórmula unitaria que nos permita triunfar e iniciar la reconstrucción de Colombia.