Las agencias calificadoras
No han servido 211 años de independencia para que actuemos como nación soberana. A estas alturas de nuestra historia, ahora el país depende de lo que opinen las agencias calificadoras de riesgo, entidades al servicio de los intereses de los fondos de inversión, de la banca internacional y de los ejecutivos de estas, que no solo fueron incapaces de pronosticar la crisis financiera internacional del 2008, sino que fueron los artífices principales de esta y de muchas otras.
También es de muy ingrata recordación la quiebra de Islandia, país que solo días antes del colapso había recibido la calificación triple A de las famosas y conflictuadas calificadoras. ¿Dónde estaban semanas antes de las quiebras de Lehman Brothers, Merrill Lynch o AIG? Muy distraídas, seguramente, en sus conflictos de intereses. ¿Y dónde estaban cuando sobrevino la crisis de los ‘subprime’ y de las quiebras de Fanny Mae y Freddie Mac, que seguían calificadas con triple A? Y qué decir de la ahora muy ortodoxa Moody’s, que ganó millones de dólares avalando estos títulos para luego lavarse las manos.
Recomiendo ver el documental ‘Trabajo confidencial’ en Netflix. Imperdible. Una radiografía de fraudes, intereses, quiebras, mentiras y desfalcos, cuyos protagonistas son estas mismas calificadoras que recibieron jugosas compensaciones y ahora pretenden dictar la política fiscal y macroeconómica de los países. Vergüenza debería darles.
A Colombia la descalifican por su déficit fiscal, que es legítimo, e incluso necesario, en una coyuntura como la que ha atravesado el país a causa del covid-19. No es fruto de un manejo irresponsable de las finanzas públicas. Le llegó al país acompañado de la muerte de más de 120.000 colombianos, lo que generó, como en el resto del mundo, una parálisis sin precedentes de la economía. ¿Qué querían? ¿Que con un desempleo del 20 % y 400.000 micronegocios arruinados fuéramos a los hogares de muchas familias empobrecidas a reducir aún más sus presupuestos de subsistencia?
En este momento, la prioridad del país no está en la regla fiscal, ni en la reducción de la deuda pública ni en el control del déficit fiscal, y mucho menos en la obtención de oscuras certificaciones. La prioridad de la nación está en recuperar el empleo y los negocios que se perdieron, en luchar contra la pobreza extrema que trajo el covid y en levantar la economía del daño que le causaron la pandemia y los bloqueos. Y si para ello es necesario aumentar la deuda y el déficit, habrá que aumentarlos. Pero por cuenta de unas agencias calificadoras internacionales, el país no debe dejar morir a la gente de hambre ni dejar que se quiebren más negocios.
No es el momento de la ortodoxia en materia económica. No lo ha sido en EE. UU. ni en Europa. En los próximos años, el país tendrá que aumentar la inversión pública y se requerirá un mayor endeudamiento –no las imprentas de billetes de Petro– para permitir que la economía se recupere. Y, claro, no es a través de una reforma tributaria que reduzca el presupuesto de las familias de clase media, que no resisten un impuesto más, como se va a reencauzar la economía. Ya llegará el momento de ocuparse del déficit y la deuda, cuando se hayan recuperado los niveles de empleo e ingreso.
Creo que somos el único país del mundo que en estas dificultades está tramitando una reforma fiscal. Pero ya algunos de los representantes de las agencias calificadoras dicen que no es la que esperaban, que es tímida, que no nos devolverá el grado de inversión. Es bueno recordar que hemos vivido en el pasado sin su certificación, sin que por ello hayamos perdido el crecimiento económico, el acceso al crédito internacional ni la presencia de inversión extranjera en Colombia.
Por todo esto da dolor ver la actitud de candidatos, de funcionarios públicos y de nuestros economistas criollos, los mismos que rotan entre las entidades multilaterales, los gremios y las oficinas públicas, hacer venias y genuflexiones a las agencias calificadoras.
Ya es hora de que el Gobierno les notifique que Colombia es una nación soberana. Si quieren entender la coyuntura, bienvenidos, pero si no lo quieren hacer, bien idos y hagan lo que mejor les parezca con su certificación y su grado de inversión.