Las opas, segunda temporada
Por: Germán Vargas Lleras
Cuando en anterior columna me referí a las operaciones lanzadas por el Grupo Gilinski sobre Nutresa y Sura señalé que, en mi criterio, estas opas eran solo el inicio de una estrategia de mucho más largo alcance y profundidad y que muy posiblemente se extenderían al Grupo Argos, hasta llegar, eventualmente, a lo que ahora muchos analistas describen como el objetivo último de la estrategia: el control de Bancolombia.
Lo ocurrido el viernes de la semana pasada con el lanzamiento de una nueva opa por Sura y el lunes sobre Nutresa confirma lo dicho, en particular sobre el hecho de que aquí tampoco termina la apuesta por el control del conglomerado antioqueño.
Creo que ya va siendo justo y necesario que el país se despoje de tanto parroquialismo y se permita un análisis objetivo de estas operaciones desde diversos ángulos y actores. Comenzando por el propio mercado de valores, que es, sin duda, uno de los mayores beneficiarios no de esta operación en particular, sino de cualquier otra que lo sacuda, en el mejor sentido de la expresión. Solo en enero, el Colcap ha crecido en más de 12 %, lo que muestra mayores niveles de confianza e interés en el mercado bursátil.
Por fortuna, los pataleos de los administradores del GEA a través de demandas legales y campañas mediáticas no han conseguido, y ya no conseguirán, atravesarse a una operación que en cualquier país con un mercado maduro y serio se consideraría normal y de frecuente ocurrencia.
Digo por fortuna porque aquí los grandes beneficiarios han sido, por fin, los accionistas. Las últimas ofertas por Sura y por Nutresa han sido de $ 40.000 y $ 42.000 por acción, respectivamente. Hay que recordar que el día previo a las opas las acciones estaban ambas alrededor de $ 21.000. Prácticamente se han doblado. Las nuevas ofrecen pagar US$ 9,88 por acción de Sura y US$ 10,48 por acción de Nutresa y, naturalmente, las acciones se han disparado en su valor. ¿Quién gana? Claramente han sido los accionistas los principales beneficiarios.
En esos que yo llamo pataleos no ha parado de advertir el GEA que las compañías tienen un valor muy pero muy superior al ofrecido por Gilinski. No lo creo. Veamos para el caso de Nutresa. Esta compañía tiene 458 millones de acciones en circulación. La oferta realizada es por US$ 10,48, por donde resulta una valoración de US$ 4.800 millones. Pero para llegar a lo que los analistas definen como ‘enterprise value’, o valor de la compañía, hay que sumarle la deuda, que es de aproximadamente 700 millones. Esto nos da un valor de 5.500 millones, cifra que dividida por el ebitda de la compañía, que es de 390 millones, nos lleva a que esta se ha valorado en un múltiplo de ebitda superior a 14 veces, más de lo que valen compañías similares en el mundo.
Grave problema para los directivos del GEA con asiento en las juntas de las compañías controladoras y, sobre todo, para los miembros independientes. Cómo van a hacer para rechazar esta nueva oferta sin desatender sus deberes fiduciarios con los accionistas a quienes representan. Difícil. Esta es la verdadera prueba de la fortaleza y consistencia del tan cacareado gobierno corporativo. Ya veremos. Que no sigan usando este argumento porque terminarán aceptando que a propósito mantuvieron subvaloradas por más de 10 años las acciones, en detrimento de los accionistas minoritarios.
Y creo que al final las compañías son las que se beneficiarán en mayor medida. El solo hecho de haberse quitado la pesada carga de un enroque societario llamado a proteger la propiedad de unos pocos ya les permitirá readquirir su valor real. Las hará más atractivas para nuevos, y quizás más globales e innovadores, inversionistas. Nuevas ideas y estilos de administración, que construyendo sobre lo construido puedan seguir aportando al crecimiento de estas empresas. Y sea el momento de decir que está en mora de retractarse el alcalde Quintero sobre sus ofensivas y, sobre todo, falsas afirmaciones sobre el GEA, sus empresas y directivos.
Basta de parroquialismos. Hay que dejar operar con libertad los mercados y en particular el de valores, que mucho puede contribuir al crecimiento nacional. Permitir que lleguen al país nuevas inversiones y que soplen renovados y más frescos aires sobre la estructura empresarial colombiana.