Las vacunas
Deploro los siempre apocalípticos mensajes de la Organización Mundial de la Salud. Su papel en el manejo de la pandemia ha sido equívoco en todo sentido. Ahora entiendo por qué Estados Unidos le retiró su apoyo. Todas las declaraciones de su director, Tedros Adhanom, y de sus delegados regionales y locales no hacen más que sembrar confusión y pesimismo.
¿Cómo olvidar, por citar un ejemplo, que esta organización desaconsejó a inicios de 2020 el uso del tapabocas? Sus nunca bien explicadas relaciones con el Gobierno chino, la tardía intervención para haber controlado el foco inicial del virus, la injerencia política de ese país en las decisiones de su director y su negativa a promover y exigir a tiempo las investigaciones, que aún no comienzan, crearon un ambiente de desconfianza en torno a esta organización.
Todo nos lleva a concluir que en la OMS han primado las consideraciones políticas por encima de las sanitarias. Pero lo más grave podría estar ocurriendo en torno al polémico mecanismo del Covax, a través del cual muchos países, entre ellos Colombia, han cifrado sus esperanzas de acceder a la vacuna. A la fecha, el mecanismo multilateral no ha entregado una sola vacuna por la lentitud y burocratización en los procesos de compra. Por cuenta del Covax, otras organizaciones de gran experiencia, como la Organización Panamericana de la Salud, que hubieran podido actuar no lo hicieron.
En plata blanca, el Covax solo va a proveer el 20 % de las vacunas que Colombia requiere, y seguramente no en los plazos anunciados para el primer trimestre. Por lo tanto, los países quedaron a merced de las negociaciones bilaterales que sean capaces de adelantar con los grandes jugadores de la industria farmacéutica mundial, que naturalmente han impuesto sus condiciones y exigencias en cuanto a cantidades, precios, fechas de entrega y términos contractuales.
Los países más ricos obviamente monopolizaron las compras. Canadá, por ejemplo, adquirió 300 millones de vacunas, más de 7 veces su población. Estados Unidos ya tiene almacenados 140 millones y solo han vacunado a 9 millones de personas por las complejidades de los procesos y protocolos. Mientras tanto, el resto de países, en particular aquellos en desarrollo, tendrán que esperar pacientemente. Nosotros no somos la excepción.
En nuestro caso, tengo claro que ya tenemos firmados contratos por 29 millones de vacunas. El proceso ha sido, como todo aquí, muy complejo. Tuvimos que aprobar una ley, dada la poca flexibilidad jurídica existente y para poder aceptar las condiciones impuestas por los laboratorios en términos de responsabilidades, garantías, riesgos y confidencialidad de los acuerdos. ¿Qué podíamos hacer? ¿Exigir condiciones que en ningún otro país prosperaron? Ningún país lo ha conseguido. ¿No comprar? Fácil hacer politiquería barata con estos temas, pero muy irresponsable. Pedir que se violen las cláusulas de confidencialidad puede poner al país en el riesgo de no recibir la vacuna. Así le ocurrió a Perú, que luego de promover el mismo debate ineficaz pasó a ser el último en la fila. ¿Cómo no entender esto?
Es también muy irresponsable crear dudas sobre la transparencia en el proceso de contratación. No fue el Ministerio de Salud el que suscribió los contratos, sino la Unidad de Gestión del Riesgo a través de La Previsora. En este participaron comités científicos y de expertos, y la Academia de Medicina, entre otras. Aquí no debe haber suspicacias, la propia ley de transparencia de 2014 prohíbe entregar información que verse sobre secretos en materia de salud pública o defensa nacional.
La vacunación se iniciará en febrero, como se ha comprometido el Gobierno, y deberíamos tener en el primer semestre 17 millones de colombianos vacunados pertenecientes a los grupos más vulnerables. Este fin de semana llegaron al país los primeros ultracongeladores de los 44 ya adquiridos.
El esfuerzo requerido no tiene antecedentes y va a demandar un proceso ordenado y coordinado de manera unificada por el sistema nacional de salud. Hagamos de esto un propósito nacional y condenemos a quien pretenda hacer populismo, campaña o encubrir su mala gestión con el discurso de las vacunas.