LOS ‘MILLENNIALS’, ¿UN DOLOR DE CABEZA?
Esta generación es una ola de energía lista para explotar en pro de buenas causas.
Más de la mitad de la población mundial tiene menos de treinta y cinco años. Los ‘millennials’, como se le conoce a este grupo, comparten más que un rango de edad, pues los une un sentido agudo de que el bien común domina al interés individual. No tragan entero. Buscan ingresos, pero con calidad de vida. Aunque otras generaciones los critiquen, ellos representan la evolución de la conciencia humana.
Perezosos, buena vida, malcriados y malos trabajadores son solo algunas de las frases que los describen. Estos comentarios, más que malintencionados, muestran que sus antecesores no los conocen ni los entienden.
Bogotá tuvo el honor de ser la sede del evento más grande de líderes ‘millennials’ del mundo: One Young World, el cual atrajo a personajes de talla mundial. No obstante, su real importancia se refleja en poner sobre la mesa temas que mueven a medio planeta y darles a los participantes una plataforma para que su voz, generalmente ignorada, tenga eco.
Hace algunos meses, con la participación de ciudadanos de 186 países, el Foro Económico Mundial dio a conocer la encuesta más representativa que existe para esta población (ver: https://tinyurl.com/yc6j6fab). Los datos obtenidos son una mina de información de lo que sienten y piensan, y son, en mi concepto, un fiel reflejo de mi generación.
El estudio deja claro que los tres temas que más les preocupan son el calentamiento global, las guerras y la desigualdad. Es decir, el medioambiente, los conflictos y la justicia social.
“Las empresas, la academia y la política deben entender que si a un ‘millennial’ se le dan alas, se le escucha y el proyecto en el que participa lo motiva, esta persona será su mejor activo”
Esto se ve diariamente. Escogen marcas que sean conscientes con el planeta y cuyos productos representen la voz del ‘millennial’. No conciben el conflicto armado como una solución a la guerra. Además, la desigualdad en países como Colombia, la duodécima sociedad más injusta del planeta, los perturba.
Lo anterior merece especial atención. A diferencia de generaciones pasadas, esta goza de características que la hacen sensible ante la inequidad social: es posible ver y conocer ‒mediante las redes sociales‒ sociedades donde la prosperidad se reparte entre todos y las empresas ofrecen “un balance entre el trabajo y la vida cotidiana”.
Adicionalmente, mayores niveles educativos llevan a que sean conscientes de que nacer en una familia que brinde oportunidades no tiene ningún mérito, pues fue al azar, y con la misma probabilidad pudieron haber terminado en el otro lado del espectro. Saben que tener restringida la posibilidad de ser lo que se propongan, es no vivir realmente libres.
La investigación muestra esto cuando encuentra que el factor que más limita sentirse libre es que no exista igualdad de oportunidades para todos, seguido, de lejos, por la habilidad de vivir sin miedo.
También evidencia que consideran que los individuos tienen un mayor rol que el mismo Gobierno para hacer del planeta un mejor lugar. Así están en consonancia con Aristóteles, quien creía que todo ciudadano tenía el deber cívico de participar en los temas que afectan a la sociedad.
Pero a su vez, y ojo con esto, ellos perciben que no los escuchan. Estos activistas innatos responden ampliamente en la encuesta que su voz no se toma en cuenta en decisiones importantes de sus sociedades. Los frustra, en este orden, el abuso del poder y la corrupción, la deshonestidad e insinceridad, y la falta de rendición de cuentas.
Por ende, representan un idealismo frustrado y, a su vez, restringido al no ser tomado en cuenta. Una ola de energía lista para explotar en pro de buenas causas y de líderes inspiradores que emanen integridad y humildad, y que muestren resultados.
Las empresas, la academia y la política deben entender que si a un ‘millennial’ se le dan alas, se le escucha y el proyecto en el que participa lo motiva, esta persona será su mejor activo. Por el contrario, si no saben inspirarlos, serán un dolor de cabeza.
FELIPE RÍOS