‘Los vamos a joder’
Nada me hubiera gustado más que equivocarme con los vaticinios que hice la semana pasada frente a los resultados de las elecciones en Venezuela y el curso que tomaría la dictadura de Maduro para contener el aplastante triunfo de las fuerzas opositoras. Todo se cumplió a rajatabla, con excepción de un probable escenario de suspensión de los comicios que no resultó necesario habida cuenta del megafraude que tenían montado a través del sistema electrónico de votación y de una institucionalidad toda al servicio del régimen.
Tras más de 25 años en el poder la dictadura chavista controla todos los poderes públicos, incluyendo por supuesto el electoral, como quedó demostrado con la vergonzosa actuación del CNE, y en los próximos días con el fallo definitivo del “independiente” Tribunal Supremo de Justicia, al que acudió Maduro para que legitime por vía judicial lo que se robaron en las urnas.
A la jornada electoral siguió la represión. Miles de personas, dirigentes políticos y testigos electorales secuestrados y torturados, todos desaparecidos. Algunos asilados en embajadas de donde nadie sabe si conseguirán salir, y María Corina Machado y Edmundo González en la clandestinidad tras las amenazas de Maduro. Y, anticipado también, millones de ciudadanos que a estas alturas no ven opción distinta a abandonar el país y refugiarse en Colombia y la región porque piensan que ahora si se acabó cualquier remedo de democracia que pudiera existir.
De la comunidad internacional poco puede esperarse. Impotencia, indiferencia o complicidad. Lánguidas declaraciones que no convencen a nadie y preocupan menos a un Maduro que ha aprendido a burlarse de cuanto compromiso en materia democrática ha hecho, comenzando por el ingenuo acuerdo de Barbados, que aprovechó para preparar con lujo de detalles el fraude del domingo pasado, además de haber tanqueado las arcas en este tiempo. Mucho más interés despierta en la comunidad internacional los Juegos Olímpicos que la tragedia que vive nuestro país vecino.
Por eso no me sorprende la vergonzosa y tardía declaración de Brasil, México y Colombia al pedir que se verifiquen el conteo y las actas, pero solo por el Consejo Nacional Electoral, el mismo organismo que urdió y avaló el fraude. Pero además proponen que una veeduría sea realizada por el Tribunal Supremo Electoral, cuyos miembros son todos nombrados por Maduro. Seguramente esta coartada será el camino que seguirá el proceso, pues ha sido el acordado con el propio Maduro. Su resultado no es difícil de imaginar.
Lo más desconcertante fueron sin duda las conversaciones Maduro-Petro, en donde el dictador obtuvo que el propio Petro se autodesautorizara frente a la tímida solicitud de las actas y la veeduría internacional, objeto de su primer mensaje en X. ¿Qué estará pensando ahora el pusilánime discreto y confidencial ministro Murillo, que fungía de adalid de la democracia desde Brasilia hace apenas unos días y luego se vio obligado a ordenar la vergonzosa abstención de Colombia en la OEA?
Forzoso resulta entender que a Petro lo que le conviene es la permanencia de Maduro, pues solo así pueden las estructuras de delincuentes y del narcotráfico a su servicio seguir gozando de protección y total impunidad.
Anticipo que en pocos días Colombia, al igual que China, Rusia, Irán, Corea del norte, Siria, Cuba y Nicaragua, reconocerá el triunfo de Maduro. Solo así podrán mañana exigir que se legitime por este club lo que están urdiendo para las elecciones del 2026 en nuestro país. Es este el único tema en que no podemos equivocarnos. Desde el llamado poder constituyente, pasando por la asamblea o el ‘fast track’, hasta la toma del poder electoral. Todo apunta en la misma dirección: la permanencia de este gobierno en el poder. Para consumarlo, Petro tiene que controlar todas las ramas del poder público, en particular la Corte Constitucional. Y basta que la Corte Suprema se vuelva a equivocar, como lo hizo postulando al magistrado Cortés, tan afín al Gobierno, para que todo quede consumado.
“Los vamos a joder”, dice Diosdado Cabello. No se refería solo a los millones de ciudadanos venezolanos que se expresaron el domingo en las urnas para poner fin a la pesadilla del chavismo, sino a los países que se han manifestado en contra de la dictadura. Lo mismo piensa Petro. En nuestras manos está permitirlo.