Más vale prevenir que luego lamentar
Por: Germán Vargas Lleras
La Organización Mundial de la Salud ha declarado oficial y tardíamente el coronavirus una pandemia. Los días estaban contados para que hiciera su aparición en nuestro país, en donde, al escribir esta nota, ya llevamos 16 casos detectados en distintas regiones y que, presumo, son centenares más. Hace bien el Gobierno en declarar la emergencia sanitaria, reconociendo que estamos en situación de alto riesgo, y en adoptar todas las medidas extraordinarias posibles. Que haya llegado a Colombia después de más de 2 meses de su aparición en China debería habernos permitido prepararnos adecuadamente, aunque todos los esfuerzos parecían concentrados en traer a nuestros compatriotas de regreso a casa.
La buena noticia es que a estas alturas ya sabemos que todas las medidas y precauciones que se tomen son pocas. Tenemos a mano toda la experiencia acumulada en China y que desconocieron en Italia, Francia y España, en donde los gobiernos actuaron tardíamente por razones económicas y políticas. Se tiene ya un inventario de todas aquellas medidas que han funcionado y, más importante aún, de las causas que han permitido la expansión de este virus a más de 110 países.
La fase de preparación en el país empezó tarde, y esperamos no ocurra lo mismo con la de contención –a la que ya entramos– y a la que llegaremos, de mitigación. Ello supone que se incrementen todos los controles en las fronteras y los aeropuertos, que siguen siendo insuficientes (no es tarea que solo la agencia de migración pueda enfrentar) y prácticamente inexistente en los pasos fronterizos. Inexplicablemente, apenas la semana pasada se implementó el cuestionario de salud, y tampoco se había hecho una campaña de capacitación y entrenamiento del personal médico en evaluación de síntomas.
Los expertos coinciden en que desde ahora deberían designarse y adecuarse algunos hospitales, y no dejar en manos de cada EPS la designación del centro y la modalidad de aislamiento. Los pacientes de alto riesgo tienen que tener la garantía de que serán remitidos a centros especializados en atención pulmonar y cardiovascular. Me pregunto si estaremos listos y en capacidad de aislar y prestar el servicio a miles de personas que, se estima, contraerán el virus en las próximas semanas.
Hasta ahora estamos conociendo los primeros protocolos para eventos masivos y de transporte público, y faltan aquellos para los centros educativos y de restricción de la movilidad, entre otros. Esto ha debido hacerse hace semanas. Tengo la sensación de que solo este jueves se tomó en serio el problema, y no se informó ni preparó adecuadamente a la ciudadanía. Deberían incrementarse, sin pérdida de tiempo, campañas masivas en franjas institucionales de televisión y radio, y a través de redes sociales, para llegar a cada uno de los hogares con información precisa y útil sobre comportamientos y hábitos que permitan evitar el contagio.
Con la llegada de este virus, a la mayoría de los colombianos nos cambió la vida, y nos cambiará mucho más en el curso de las próximas semanas. El Ministerio de Salud estima que estamos expuestos a que no menos del 20 por ciento de la población pueda llegar a ser infectada. Es un asunto de extrema gravedad, ante lo cual cualquier medida de restricción se justifica. También aquí deberían suspenderse las clases en el sistema educativo, como en Italia o España, o prohibirse toda reunión masiva y limitarse al máximo la salida de las personas de sus casas y, al igual que lo hizo Estados Unidos, restringirse la llegada de vuelos procedentes de Europa por un tiempo, para citar solo algunas medidas de contención. En esto, el Gobierno no puede vacilar.
Hay amenazas que ponen a prueba a las sociedades, y esta es una de ellas. Por eso, lo más importante es que veamos este momento como una oportunidad para ser más disciplinados, para ser más solidarios y más cívicos, y para dejar a un lado los individualismos. Y el Gobierno, a actuar en todos los frentes con eficacia y autoridad, sin demoras. Ninguna medida es excesiva. Más vale prevenir y extremar que luego lamentar.