Ojo a la elección de Congreso
Por: Germán Vargas Lleras
Observo gran preocupación en amplios sectores de la población con respecto a los resultados de las consultas, y sobre todo de las elecciones presidenciales. En contraste, pareciera que a nadie le interesara el resultado de las elecciones para el Congreso el próximo 13 de marzo. Esta situación no deja de ser paradójica, pues la verdadera estabilidad institucional del país se garantiza es en el Congreso de la República. O, dicho de otra manera, la rama del poder público llamada a proteger la democracia y la Constitución Nacional es, en esencia, la Legislativa. Basta mirar los ilustrativos ejemplos de Perú y de Chile, por un lado, y de Venezuela en el opuesto para concluir que capturado el Congreso por los extremistas, todo queda comprometido.
Colombia cuenta con una de las constituciones más garantistas en el mundo en materia de derechos ciudadanos. De su mano hemos podido avanzar en estos 30 años hacia un Estado moderno, con instituciones democráticas que, aunque imperfectas, funcionan, con una real separación de poderes y un balance entre las diferentes ramas del Estado, con respeto por la propiedad y la iniciativa privada en el marco de sus responsabilidades sociales. Con instituciones modelo como la Corte Constitucional, el banco central y otras como la tutela y los mecanismos de participación ciudadana, por citar solo algunas de las muchas que otras constituciones buscan emular.
Esa misma Constitución, como es natural, consagra los requisitos y procedimientos para reformarla y, como es sabido, todos ellos deben pasar por la aprobación del Congreso de la República. Bien se trate de un acto legislativo tramitado en el propio Congreso, o de un referéndum o un plebiscito o una asamblea constituyente. Todos, de acuerdo con la Constitución, requieren leyes aprobatorias tramitadas en el Congreso con distintas formalidades y requisitos.
Por eso, entre muchas razones, es por lo que debemos elegir un Congreso que no esté dispuesto a abrir la puerta a una constituyente ni que avale un referéndum o plebiscito con este mismo propósito. Un Congreso que no transija en la defensa de los fundamentos y los pilares de nuestra Constitución. Que no vaya a permitir reelecciones indefinidas de mandatarios que sepulten todos los equilibrios y delicados contrapesos de nuestra democracia.
Necesitamos un Congreso que garantice que en Colombia seguirá existiendo la propiedad y las empresas privadas, la iniciativa particular, la libre competencia, el funcionamiento de los mercados y donde el Estado, pésimo administrador, no entrará a ocupar todos los espacios de la producción, la distribución y la comercialización de bienes y servicios.
Necesitamos un Congreso que se oponga a reformas tributarias confiscatorias que ahuyenten la inversión y nos hagan perder toda competitividad a nivel internacional; un Congreso responsable en materia de sostenibilidad fiscal, en donde se ponga freno a tantas iniciativas populistas de todos los orígenes y pelambres.
Reconozco que las consultas se han convertido en una especie de primera vuelta presidencial y que están ocupando todo el espacio y el interés de la ciudadanía. Como consecuencia, los candidatos a Senado y Cámara han tenido muy poca visibilidad, tienen dificultad para atraer la atención de los medios y para comunicar sus ideas y propuestas. Y, claro, todos quisiéramos ver a más personas de prestigio y liderazgo integrando estas listas, pero debemos reconocer que es casi imposible persuadir a alguien exitoso en su vida profesional o empresarial de que lo deje todo y se lance a la aventura de la política, con sus pocos atractivos y los muchos riesgos que ello implica.
Aun así, tenemos el deber de salir a votar masivamente el próximo 13 de marzo y asegurar que no se capture al nuevo Congreso y garantizar que este sea el muro de contención contra aquellos que quieren hacer transitar a Colombia por el camino de la confrontación y del odio.
Lo más importante es asegurar esta primera meta volante. Si llegáramos a perderla, estarán totalmente comprometidos la carrera presidencial y el futuro del país.
Este 13 de marzo la democracia colombiana, para decirlo sin eufemismos, se juega el todo por el todo. Imposible ser indiferentes.