¿Qué Congreso elegimos?
Por: Germán Vargas Lleras
La semana pasada me referí al imperativo de participar masivamente en las elecciones para el Congreso de la República. Creo muy relevante favorecer y fortalecer a los partidos que han garantizado por décadas la estabilidad institucional de este país, particularmente en esta coyuntura.
Este 13 de marzo se definirá, en últimas, el modelo económico, político y social del país. Veamos algunos temas de especial trascendencia que se resolverán en una u otra dirección, dependiendo de las mayorías que se consoliden en el Congreso.
La sostenibilidad fiscal. Imposible seguir haciendo crecer el endeudamiento interno y externo neto, que sobrepasa ya el 61 % del PIB, cuando hace cuatro años era del 46 %, e imposible continuar aumentando el déficit fiscal, que en 2021 superó los 83 billones de pesos, 7,2 % del PIB y este año será igual. Estamos al borde del abismo y algunos proponen lanzarse.
También está de por medio nuestra seguridad energética. ¿Qué ocurriría si la perdemos? Comparto firmemente el propósito de avanzar hacia energías renovables y cambiar nuestra matriz energética, pero no es viable ni realista suspender cualquier tarea de exploración o explotación de hidrocarburos. Recordemos que el 50 % de nuestras exportaciones provienen del sector minero-energético, que el 40 % de las inversiones directas en Colombia están ligadas a este sector que representa el 18 % de todos los ingresos nacionales, y que el hueco fiscal para suplir la demanda de combustibles sería de 30 billones adicionales. La legislación hoy vigente podría modificarse en pocas semanas en el próximo Congreso.
¿Qué ocurría si en materia pensional acogemos las propuestas populistas que empiezan a anunciarse en la contienda política? Recordemos que anualmente el Estado destina más de 45 billones a cubrir el déficit de un sistema inequitativo, insostenible, de baja cobertura, que deberá reformarse con criterios técnicos y responsabilidad fiscal. La tentación de legislar con total irresponsabilidad no es menor.
Y qué tal seguir haciendo populismo con propuestas como la prima extraordinaria para compensar la inflación y simultáneamente ampliar y aumentar los subsidios. Todo, después de un aumento sin precedentes del salario mínimo, que todos apoyamos, y la de seguir aumentando la licencia de paternidad. Mejor dicho, todos a depender del Estado, como en Venezuela, y sin ninguna fuente de recursos.
El Congreso también tendrá que decidir sobre si el país sigue apostando a las iniciativas público-privadas para el desarrollo de la infraestructura. ¿Se pensará dejar el financiamiento de las obras totalmente a cargo del erario? Me temo que por este camino no se volverá a ejecutar ninguna obra de importancia en el país.
Sobre consultas previas, el Congreso tendrá que definir reglas claras para permitir el desarrollo de proyectos en el territorio nacional o para definitivamente impedirlo, como se anuncia por algunos candidatos. Hoy, más de 9.000 iniciativas están frenadas por este asunto. Si esa reglamentación es restrictiva, no habrá quien tome en el futuro el compromiso de invertir en ningún proyecto. Lo propio ocurre, en general, en materia de licenciamiento ambiental.
La injerencia del Legislativo en salud y educación es determinante. Aunque imperfecto, nuestro sistema de aseguramiento en salud funciona. ¿Se va a reformar? ¿Cuál es el nuevo modelo, si es que lo hay? ¿En educación, se van a emprender las grandes reformas para mejorar la calidad y cobertura? ¿O la propuesta será seguir entregados a Fecode y a la defensa de sus privilegios?
Prácticamente no hay asunto de importancia que no esté ligado a decisiones del Congreso, incluidas la asignación y aprobación del presupuesto, así como la elección de magistrados de la corte Constitucional, del procurador y contralor, entre otros.
A la fecha, que yo recuerde, ningún presidente en Colombia ha tenido serias dificultades en el manejo de las relaciones con el órgano legislativo, con excepción de quienes optaron por cerrarlo en el siglo pasado como Ospina Pérez, o el general Rojas Pinilla, que lo mantuvo clausurado, o Laureano Gómez, que se inventó un remedo de Constituyente y así terminamos. Un Congreso fuerte, representativo, responsable es la verdadera garantía de tranquilidad, seguridad y estabilidad institucional.