Renovación urbana y el proyecto Proscenio
Por: Germán Vargas Lleras
La discusión alrededor de los planes de renovación urbana en Bogotá no es un asunto conceptual, como tampoco lo es la urgente expedición del nuevo Plan de Ordenamiento Territorial que sustituya el de 2004, hoy vigente, tras la caída del proyecto de Petro. Estos son temas que nos afectan como ciudadanos y en los cuales tenemos que involucrarnos activamente.
La renovación es, ante todo, un instrumento de planificación territorial, indispensable para la transformación urbanística de las ciudades. Como ministro siempre las promoví, al igual que los macroproyectos, pues permiten recuperar áreas urbanas que ya cuentan con una infraestructura vial y de servicios públicos. Ejemplos icónicos a nivel mundial de este proceso se han dado en ciudades como Buenos Aires, en Puerto Madero; Londres, en Canary Wharf, o Río de Janeiro, con Puerto Maravilla. Sin ir más lejos, Bogotá cuenta con 22 planes parciales en distintas etapas de avance.
Entre estos planes se encuentra el Plan Parcial Proscenio, ubicado entre la calle 85 y el parque El Virrey y las carreras 13A y 15, el cual fue adoptado desde el 2010 y sobre el cual se aprobó una muy positiva modificación en el 2018. El inicial solo se ocupaba de expedir licencias de construcción, el nuevo contempla todo un desarrollo urbanístico bien planificado.
Los vecinos de este proyecto somos los primeros beneficiarios. En este caso en particular, el deterioro progresivo del sector es evidente y muy preocupante: inseguridad, microtráfico, prostitución, y andenes, vías y edificaciones en pésimo estado. Con este proyecto se vislumbra, por fin, una luz para mejorar la carrera 15 y recuperar esta avenida que marcó la vida de muchos de nosotros en la Bogotá de los años 80.
Hoy, cerca del 86 por ciento de los propietarios de los predios involucrados ya están de una u otra forma vinculados al proyecto, y muy positivamente, pues llevan más de diez años con sus inmuebles expuestos cada día a una mayor desvalorización por el creciente deterioro del sector.
Enfrentando a esa nítida mayoría y defendiendo no sé qué intereses, el señor Mario Noriega, principal opositor de este proyecto y de todos aquellos que no contratan sus servicios (proyectos Kira, Pedregal, Entreparques y La Alameda), y por cierto muy hábil ‘lobista’, ha conseguido movilizar un sector de la opinión acudiendo a la falsedad y la desinformación.
Lo digo con conocimiento pleno, pues he contrastado las críticas al proyecto revisando en detalle el decreto del año 2010 y su modificación en 2018, con el fin de entender qué es lo que, en concepto de los opositores, resulta tan destructivo para el sector.
En primer lugar, el número de metros cuadrados construibles no varió en la modificación del decreto, y las zonas para espacios libres y peatonales quedarán en un área que equivale al actual parque de la 93.
En cuanto a la movilidad, pude observar que los parqueaderos se aumentan a cerca de 4.000 unidades, lo cual es también positivo, y está previsto un diseño inteligente de acceso y circulación vehicular que va a agilizar el insoportable tráfico actual.
Y si bien es cierto que la carrera 14 pasa a ser una vía peatonal, no lo es menos que estará destinada a restaurantes, cafés, sitios de esparcimiento y un auditorio similar en tamaño al del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo. Además, dicha área se compensará con dos plazoletas, integradas al resto de espacio público peatonal para beneficio de todos los bogotanos.
Con una inversión que supera el billón de pesos, este proyecto será el detonante de la recuperación de este emblemático sector de la ciudad. Ojalá proyectos similares pudieran adelantarse en el centro de la ciudad, en Chapinero, Teusaquillo y Usaquén.