Se le vieron las orejas al burro
Es imposible que nuestros empresarios sean competitivos frente a los productores extranjeros.
Por: Germán Vargas Lleras
En su última edición del Doing Business (2019), el Banco Mundial cuantifica en un 71,9 % la tasa de impuestos y contribuciones que afecta los negocios en Colombia, lo cual nos coloca en el puesto 146 entre 190 países, al paso que Latinoamérica presenta una tasa promedio del 41,8 %.
Con este nivel de tributación es imposible que nuestros empresarios sean competitivos frente a los productores extranjeros. Tampoco somos competitivos para atraer inversiones extranjeras, que encuentran más rentable producir desde el exterior, y, lo que es peor, seguimos invitando a nuestros empresarios a invertir fuera de Colombia, donde encuentran legislaciones tributarias más favorables.
Por ello es fundamental la reducción al 30 % de la tasa aplicable a los negocios, la eliminación inmediata de la renta presuntiva, del IVA a los bienes de capital, el ICA y el 4 × 1.000. Estas medidas, junto con la eliminación del impuesto al patrimonio y del impuesto a los dividendos, permitirían cambiar el entorno tributario de los negocios en Colombia, en beneficio de la generación de empleo y riqueza.
Para obtener los 14 billones de pesos que el fisco necesita, el Gobierno debe concentrarse en el control de la evasión y el contrabando, en los que existen cerca de 80 billones de pesos esperando a que la Administración Tributaria haga presencia con su gestión. Para tal efecto, el presupuesto de la Dian debe doblarse o triplicarse; es necesario contratar 5.000 profesionales del más alto nivel, y se requiere una inversión en tecnología cercana al billón de pesos.
La respuesta es simple: hay que administrar los tributos, y para ello debe existir un plan de lucha contra el contrabando y la evasión, con responsabilidad política para el ministro de Hacienda.
A la academia, que no conoce ni de cerca ni de lejos el verbo administrar, esto le parece exótico, pero es el único camino que existe para que este sea un país más equitativo, donde se distribuyan mejor las cargas tributarias y alcancemos un nivel de recaudo comparable al de países como Chile. No es a través de la expedición de nuevas normas como se controlan la evasión y el contrabando, sino de las labores de fiscalización y control, físico y tecnológico, de los tributos y los contribuyentes. Un país donde el 10 % de los combustibles y el 30 % de los textiles que se consumen son de contrabando, para citar solo dos ejemplos, no puede subir el IVA de la canasta familiar sin haber ganado previamente la lucha contra estos fenómenos.
Ahora que el Gobierno aceptó no extender el IVA a la canasta familiar, es imprescindible dejar de lado la idea de incrementar la carga tributaria de los asalariados, así como las propuestas que buscan reemplazar los recursos requeridos, con un aumento aún mayor de la tributación de los negocios. Algunas de estas iniciativas se incluyeron a última hora en el proyecto de ley de financiamiento, al paso que otras empiezan a ser formuladas por los mismos que nos han llevado a esta situación. Cuidado, ministro, detrás del proyecto de ley se alcanzan a apreciar las orejas del burro, a veces las de Ortega, a veces las de Perry.
P. D.: Y se aprobó la valorización en el Concejo de Bogotá. Resulta claro que en el Distrito también existe ‘mermelada’.
P. D. 2: El bombero pirómano, actual ministro de Vivienda, en su columna del domingo pasado, cita unas cifras que no son ciertas. Confunde los datos propios de la vivienda con todo el sector de construcciones. Por eso resulta necesario recordarle que yo entré al Ministerio de Vivienda en mayo del 2012 y encontré que el sector decrecía a tasas del 10 %. Un año después, cuando me retiré del cargo, teníamos un crecimiento del 21 % y para el año 2015, cuando todos los proyectos cristalizaron, se llegó al récord histórico de 164 % en crecimiento del sector. Estaremos muy atentos a los resultados de las nuevas políticas.