Tres propósitos para 2021
Por: Germán Vargas Lleras
El primer gran reto que enfrentan el país y el Gobierno es la vacunación masiva de nuestra población. Este propósito se podría acelerar, como he planteado, permitiendo que el sector privado y los entes territoriales puedan adquirir y suministrar también las vacunas. Apresurar los tiempos entonces no solo el primer gran desafío, sino que de él dependerá que podamos avanzar en los demás objetivos económicos y sociales.
Valdría la pena mirar con interés las experiencias de otros países como Estados Unidos, donde ya se está aplicando la vacuna en toda la red a las personas que con ciertos requisitos de edad y morbilidad lo soliciten. Es más, ocurre que, en muchos casos, por las exigencias de la cadena de frío y el tiempo de duración de la vacuna, y para no perderlas, se está vacunando a toda persona que se presente en los centros de atención.
En segundo lugar, el frente económico. Los expertos coinciden en que es muy factible que podamos conseguir un crecimiento del PIB por encima del 5 % en el presente año. Yo estoy convencido de que ello es altamente probable, siempre y cuando nos apalanquemos en los sectores con gran capacidad de respuesta en el cortísimo plazo. Particularmente, los de infraestructura y vivienda.
En cuanto al primero, hay que reconocer que los programas no avanzan a la velocidad requerida ni en los tiempos previstos. En abril del año pasado se anunciaron inversiones por 49,3 billones de pesos en 14 grandes y nuevos proyectos. Muy poco o nada se avanzó, y ya para noviembre no se hablaba sino de 5 proyectos cuyas licitaciones se tenía previsto abrir en 2020. Esto no ocurrió.
Lo cierto es que solo se abrió una, y con plazos hasta el mes de junio, para adjudicar el contrato de accesos viales en los tramos Cali-Palmira-Buga. Los restantes, ahora rebautizados como 5G, a saber: ALO sur, accesos Bogotá en la autopista norte, tramo Loboguerrero-Buenaventura, aeropuertos de Cartagena, que incluye el nuevo de Bayunca y el Canal del Dique, presentan atrasos significativos.
Me pregunto cómo es posible que proyectos ya maduros sigan pendientes de los trámites de vigencias futuras para salir a licitación. ¿Qué está pasando? ¿Cómo no se aprovecha al máximo la capacidad de reactivación y de generación de empleo que todas estas obras permitirían? En esta misma línea deben priorizarse las inversiones en el sector minero-energético y de comunicaciones. Ya no más anuncios, toca acelerar el paso. ¿No que hacer que las cosas pasen era tan fácil?
Igual sucede en el frente de la vivienda, en el que ya hay disponible un importante paquete de subsidios. Aquí el problema no es la financiación, sino la disponibilidad de tierra para adelantar los proyectos, especialmente en Bogotá, en donde a la fecha no se ha aprobado un solo plan parcial, ni uno de expansión ni de renovación urbana, y, por supuesto, tampoco se consiguió la aprobación del POT, a la que se había comprometido la Administración para diciembre.
El tercer propósito para este año creo que está en el trámite y la aprobación de las grandes reformas que el país pide a gritos. Me refiero a las postergadas reformas laboral, de salud, estatutaria de justicia, consultas, licenciamientos, la anunciada y polémica tributaria y, de ser posible, la reforma pensional.
Estas reformas en mucho contribuirían a despejar el clima reinante de incertidumbre, con efectos positivos inmediatos en la calificación de nuestro riesgo país y en la recuperación de la confianza requerida por empresarios e inversionistas. Un compromiso sincero de los parlamentarios en impulsar estas reformas, incluso a través de sesiones extras en el mes de febrero, es lo que en verdad necesitamos, y no esos debates populistas y mediáticos sobre salarios que en nada terminan, como bien lo saben sus promotores.
Tres propósitos para el nuevo año: vacunación masiva y acelerada, reactivación económica –apalancada en infraestructura y vivienda– y una ambiciosa agenda legislativa.